Mi historia comienza en una casa llena de aromas y sabores que no solo alimentaban el cuerpo, sino también el alma. Desde pequeña, crecí rodeada de experiencias que marcaron profundamente mi pasión por la cocina. Mis recuerdos más preciados son aquellos momentos en los que me encontraba en la cocina de mi abuela, observando cada movimiento y aprendiendo sin que ella siquiera lo supiera. Mi abuela Berta, una mujer que adoraba hornear y decorar pasteles para todo tipo de celebraciones, me enseñó que la cocina no es solo un lugar para preparar comida, sino un espacio lleno de amor, historia y creatividad.

Aunque no me dejaba entrar a su área de trabajo, había un lugar especial en su cocina donde todo sucedía. Recuerdo sus nueces garampinadas, que eran sencillamente las mejores que he probado. Aún hoy me pregunto cómo lo hacía, aunque nunca pude rescatar su receta. Sin embargo, lo que sí logré fue aprender sus técnicas, su paciencia, y el cuidado con el que preparaba cada uno de sus platos. Fue con ella que entendí que en la cocina cada detalle cuenta, y que el amor es el ingrediente más importante.